Norelys Pereira, coordinadora del grupo de ventas de la Sierra de Victoria Imports.
Como ocurrió con todos los segmentos de la población, la pandemia del covid-19 afectó la situación económica de las personas refugiadas y migrantes que viven en Ecuador. “Las medidas de confinamiento tuvieron un enorme impacto en sus medios de vida –dice el Informe de Resultados: Monitoreo de protección, publicado en diciembre de 202o por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR)–, paralizando las actividades informales de generación de ingreso familiar, y disminuyendo sustancialmente las oportunidades de empleabilidad”.
Los centros de belleza y sus proveedores –así como las personas nacionales y en situación de movilidad humana que trabajan en ellos– fueron particularmente impactados por las medidas que tomaron las autoridades locales para reducir los contagios, ya que no pudieron hacer su trabajo con normalidad.
“Cuando estuvimos pasando la situación más crítica de la pandemia, uno de los sectores más golpeados fue el de las peluquerías. Teníamos mucha gente en condición de movilidad humana que dejó de percibir su sustento diario”, cuenta María Fernanda León, directora ejecutiva de Procosméticos, entidad que agrupa a empresas proveedoras de insumos de belleza para peluquerías, spas, cabinas de maquillaje y centros de estética, así como a marcas de higiene doméstica y absorbentes. “Con la Asociación de Peluqueros hicimos un trabajo en equipo, junto con el Municipio y el COE, y tuvimos luz verde para que los negocios se activen –explica–. Ya para junio, las peluquerías estaban abiertas en todo Ecuador”.
María Fernanda León, directora ejecutiva de Procosméticos y directora de la Asociación Ecuatoriana de Venta Directa.
Al adoptar las medidas de bioseguridad pertinentes, como ventilación adecuada, un correcto lavado de manos, reducción de aforo, uso de guantes, mascarillas y líquidos desinfectantes –algunas de las cuales los establecimientos de belleza ya tenían como parte de sus protocolos de limpieza y desinfección–, el sector demostró que podía operar mientras evitaba el contagio de trabajadores y clientes.
Gracias a este trabajo de Procosméticos, y a la normalización en el funcionamiento del ramo, personas como Norelys Pereira pudieron mantener su fuente de ingresos en un periodo complicado. Norelys es licenciada en Educación, con mención en Biología, y llegó a Ecuador en 2016. “Decidí irme de mi país por diferentes circunstancias –cuenta esta venezolana de 33 años–. Hubo problemas con la alimentación. En esa época era complicado encontrar diferentes tipos de alimentos”.
Norelys dejó en Venezuela su trabajo como profesora de colegio, así como sus estudios para una segunda carrera –en abogacía–, y empezó a trabajar como asesora de ventas en un centro de cirugía plástica, en Quito. Después de cuatro meses consiguió empleo en Victoria Imports, empresa asociada a Procosméticos, que importa productos de maquillaje y cuidado facial desde Italia, Grecia, España y Colombia.
Empezó como impulsadora y consultora de belleza, luego fue asesora de mercadería –se encargaba de visitar los puntos de venta–. Ahora es coordinadora de todo el grupo de ventas de la Sierra y tiene quince personas bajo su coordinación. “La meta es cumplir con un presupuesto –dice Norelys–. Es un trabajo en equipo, los chicos están con el cliente y es una cadena”.
Norelys, con los productos de Victoria Imports.
A pesar de que en Venezuela su formación académica y experiencia laboral se dieron en un campo muy distinto, Norelys ha podido aplicar en su actual carrera las habilidades para desenvolverse en público que adquirió como profesora. “Un tiempo estuve como capacitadora de marcas –dice–. Tuve que estudiar los productos. A la hora de brindar cursos y capacitaciones, se me hacía fácil porque ya había trabajado antes con grupos”.
Pero tuvo que aprender otras cosas sobre la marcha –con ayuda de las capacitaciones brindadas por la empresa–, como maquillarse a sí misma y a otras personas. Pero el reto más grande fue incursionar en una actividad que antes le intimidaba. “Trabajar en ventas fue un desafío. Nunca trabajé en ventas en Venezuela –recuerda Norelys–. Me decían que vendiera algo, que sería una manera extra de ayudarme, pero me daba terror andar cobrando. Aquí me tocó trabajar en ventas y eso es algo que jamás hubiera esperado”.
Para María Fernanda León, la presencia de personas en movilidad humana en el campo cosmético ha traído consigo un gran aporte. “Dentro del sector encontramos a grandes profesionales de origen venezolano que hacen un trabajo brillante en el país –explica–. En Venezuela siempre se desarrolló esa cultura del cuidado de la imagen, de su mejoramiento y de los concursos de belleza, y eso trajo toda una industria y escuelas de cuidado capilar y maquillaje”.
El éxito profesional no ha sido lo único que Norelys ha encontrado en Ecuador. Aquí se casó y tiene un hijo de un año y dos meses. “El hecho de que no esté ejerciendo mi carrera nunca me ha frustrado. He tenido un crecimiento grande en la empresa –dice–. He podido comprar cosas que en Venezuela no podía porque no me daba el sueldo. Sé que son cosas materiales, pero el hecho de tener mis propios electrodomésticos y cosas del hogar ha sido un logro porque allá hubiera sido imposible. Sobre todo, el hecho de formar una familia y poder pagar un arriendo”.
Miles de personas en situación de movilidad humana, especialmente de Venezuela y Colombia, tienen su negocio propio en el sector cosmético, así como en el de la venta directa.
Para María Fernanda León, el sector cosmético y de belleza ha sido muy importante en la acogida de personas refugiadas y migrantes antes y durante la pandemia. “No solamente se trata de que lleguen y empiecen a producir, sino de capacitarlas. Por ejemplo, hay empresas que tienen escuelas técnicas para usar los productos –explica–. Es un trabajo excepcional el que están haciendo. Es tan gratificante ver cómo alguien que vino a buscar un mejor presente y futuro en el país no solo encuentre eso, sino que resulta ser un gran líder”.
Empresas con Personas Refugiadas identifica y visibiliza el gran aporte que las empresas pueden hacer a la inclusión económica y social de las personas refugiadas en Ecuador, y los beneficios que reciben al promover la diversidad.
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