La experiencia internacional evidencia que la movilidad humana es un motor de desarrollo en los países receptores. Para que este desarrollo se cristalice, la inclusión financiera de personas refugiadas y migrantes es indispensable. Contra cualquier sesgo del imaginario colectivo que aún pueda existir, estas personas no son más susceptibles a incurrir en mora cuando acceden a servicios financieros. De hecho, sus tasas de reembolso de préstamos son tan altas como las de la población local. Así lo demuestra la trayectoria de entidades como la Cooperativa de Ahorro y Crédito ‘Mujeres Unidas’ (CACMU).
CACMU brinda servicios para potenciar la capacidad productiva de las mujeres, así como de personas en situación de movilidad. “Su cultura de pago ha demostrado que no dista mucho de la de una persona nacional –asegura Carlos Juma, asesor de negocios inclusivos de la cooperativa–. Que estén en situación de movilidad no significa que vayan a caer impagos”.
Estiwar Hidrobo, responsable del departamento de negocios inclusivos y sostenibles, explica que una parte crucial de su trabajo es entender las necesidades de los socios potenciales. “Cada grupo y persona es especial –dice–. Debemos saber las necesidades e identificar metodologías y estrategias para poder llegar a ellos”.
Para complementar sus servicios, la entidad brinda capacitaciones gratuitas y virtuales en temas como educación financiera, gestión empresarial y derechos y obligaciones de refugiados y migrantes. “Muchas de las instituciones [financieras] no las han apoyado ni con una cuenta de ahorros. Nosotros hemos llegado con algo más allá que una simple cuenta: con créditos, capacitación y microseguros de salud –dice Estiwar–. Hemos superado ese paradigma que dice que el riesgo es muy alto porque son personas que están en situación de movilidad. Hemos confiado y ellas nos han retribuido con su responsabilidad de tener un crédito, de tener una deuda con una institución”.
Una de las personas que ha recibido un crédito de CACMU es Xiomara López. Ella tiene 66 años y es originaria de Venezuela. Después de una reconocida trayectoria como docente universitaria en ciencia de la salud –y de dirigir la unidad de investigación, educación y tecnología de la Dirección de Salud de su país–, decidió jubilarse y estudiar un diplomado en estética facial y corporal para abrir su propio spa. El negocio iba bien.
Su hija, su hijo y su esposo –un chef pastelero– tuvieron que salir del país y se establecieron en Ecuador, donde levantaron un emprendimiento de pastelería. Pero sucedió lo imprevisto: la hija fue diagnosticada con un tumor de páncreas. “Por la emergencia me vine a Quito. No estaba en mis planes, porque era jubilada, había emprendido allá y económicamente estaba bien. Lamentablemente, mi hija falleció”. La familia se reubicó en Ibarra, pero otra vez el destino le asestó un golpe. “Mi esposo falleció el año pasado por covid. Sentí miedo. Me quedé como en el aire”.
En ese momento de incertidumbre, Xiomara supo de la cooperativa a través de la Misión Scalabriniana, organización socia de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, con la que CACMU trabaja de cerca. Una persona de la organización la visitó en su casa. “Yo quería emprender en la parte de estética –recuerda Xiomara–. Había comenzado a hacer cosmética natural y ella me dijo ‘doña Xiomara yo la voy a ayudar, la voy encaminar por la CACMU”’.
Con el crédito entregado por CACMU, cuyas cuotas pagó de manera puntual, Xiomara le dio una segunda oportunidad a su emprendimiento y a su vida. Compró equipos profesionales para su propio spa, el Centro de Estética integral Xiomi, y ahora tiene ya su cédula ecuatoriana y todos los permisos de funcionamiento del negocio. Además, Xiomara hizo un curso en marketing digital, organizado por la cooperativa, para captar más clientes.
“El compromiso directo con la población refugiada es clave para crear conciencia y superar conceptos erróneos –dice Giovanni Bassu, Representante de ACNUR en Ecuador–. En este sentido, son las instituciones financieras las llamadas a facilitar estos procesos y a promover esta relación ganar-ganar”.
Otra persona que ha podido establecerse en Ecuador gracias a un emprendimiento impulsado por CACMU es Humberto C. Este colombiano de 59 años tuvo que dejar su hogar, junto a toda su familia, debido a la violencia y amenazas que recibió.
Aunque se formó como ingeniero metalúrgico, cambiar de país implicó cambiar de profesión. Y todo empezó con una observación que hizo durante una madrugada, cuando volvía de un trabajo. “Nadie vendía empanadas en ese tiempo. Había cooperativas de buses que viajaban de madrugada, pero nadie vendía nada. No había un solo café a las cuatro y media o cinco de la mañana, cuando uno salía de un trabajo con ganas de un tinto –recuerda–. Entonces, me nació la idea y me puse a vender café con empanadas”.
Han pasado dos décadas desde ese momento de epifanía. Toda la familia de Humberto es parte del negocio que ha crecido y ahora ofrece todo un repertorio de bocaditos de sal. Gracias a los préstamos obtenidos, y pagados siempre dentro del plazo establecido, la familia también cuenta con una moto para hacer entregas, además de un puesto fijo en la parada de bus a Tulcán otorgado por el Municipio, y pudieron comprar su casa propia. “La cooperativa ha sido muy importante –dice Humberto–. En muchas partes no hacen lo que ellos hacen. Aquí lo motivan a uno, lo apoyan, le dan asesoría y eso ayuda a seguir adelante”.
La meta de Humberto, a corto plazo, es que el municipio le otorgue una caseta para su negocio y así pedir un nuevo préstamo a CACMU para adecuarla. Eso sí, antes terminará de pagar el que todavía está cancelando en cuotas, con el que incluso ayuda a su hijo mayor a terminar una maestría.
Empresas con Personas Refugiadas identifica y visibiliza el gran aporte que las empresas pueden hacer a la inclusión económica y social de las personas refugiadas en Ecuador, y los beneficios que reciben al promover la diversidad.
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