Miguel Bracho, salonero del Hotel Oro Verde Cuenca.
La hotelería, el turismo y las artes culinarias eran el sector que empleaba al mayor número de personas en situación de movilidad humana procedentes de Venezuela antes de la pandemia, según el reporte Sectores económicos con potencial para la inclusión laboral de migrantes y refugiados venezolanos en Quito y Guayaquil, realizado por la Organización Internacional del Trabajo.
Aunque la emergencia sanitaria afectó a muchos establecimientos del ramo, hubo cadenas que sostuvieron sus operaciones y garantizaron que no se perdieran los puestos de sus trabajadores nacionales y extranjeros. “La cadena decidió no cerrar cuando empezó la pandemia –dice Ana María Delgado, gerente general del Hotel Oro Verde Cuenca–. Los accionistas, directores y dueños decidieron hacer un aporte de capital en algunos hoteles para mantener las nóminas y que nuestros colaboradores pudieran dar de comer a sus familias”.
Ubicado en una vibrante avenida de la capital azuaya, el Hotel Oro Verde de Cuenca acumula más de tres décadas de historia y es uno de los hitos arquitectónicos de la ciudad. “Actualmente es una cadena con capital 100% ecuatoriano. Su principal objetivo es la expansión. Esto, brindando muchas plazas de trabajo, no solo en las ciudades en las que operamos sino también en las localidades vecinas –explica Ana María Delgado. El objetivo es tener 15 hoteles antes del 2025. Ahora tenemos nueve”.
Ana María Delgado, gerente general del Hotel Oro Verde Cuenca.
Mediante sus procesos de selección, la cadena busca contratar personas que traigan ideas innovadoras y que fortalezcan la prolija atención que el hotel da a sus huéspedes. “Dentro de nuestras políticas de responsabilidad social, tenemos como objetivo no solo cuidar del medioambiente –dice Ana María–, sino de todo lo que hay dentro de él, incluidos los seres humanos.
Miguel Bracho tiene 25 años y nació en Venezuela. Es salonero en el hotel y también da apoyo en el bar, pues es bartender profesional. De hecho, es el creador del cóctel Oro Verde, la bebida insignia de la casa. “Me gusta mucho crear cosas nuevas y que la gente deguste algo diferente”, cuenta Miguel, quien ha trabajado un total de diez meses en el hotel.
Luciendo una camisa blanca prístina y un traje de chaleco perfectamente planchado, Miguel cuenta que antes de dejar su país de origen, a los 18 años, pasó un tiempo en Caracas, donde hizo varios cursos de coctelería para tener conocimientos que le ayudaran a encontrar empleo cuando dejara Venezuela. “Por los temas políticos, por todo lo que está pasando, sentía que me estaba estancando –explica–. No quería pasar allá mi juventud, que es la etapa más importante en el crecimiento de una persona”.
Después de vivir tres años en Bogotá, vino a Ecuador. Desde el inicio, su objetivo estuvo claro. “Cuando llegué a Cuenca, pasaba por esta misma avenida y veía al hotel como algo que quería a futuro, como un lugar donde quería trabajar cuando arreglara mi visa –cuenta–. El Hotel Oro Verde Cuenca es el mejor lugar donde he trabajado desde que llegué a Ecuador. El ambiente es súper bueno, todos los compañeros han sido muy receptivos. Sinceramente, me siento un ciudadano más de acá, muy cómodo con todo”.
Para complementar la experiencia adquirida en el hotel, Miguel quiere estudiar Hotelería y Turismo. Le gusta trabajar en el sector y en él quiere proyectar su carrera. “Lo más desafiante, desde que llegué acá, ha sido ir creciendo y mejorando. Considero que estoy logrando mis metas. Entré a una empresa reconocida en el país y donde sé que tengo oportunidades de crecer, tanto personal como laboralmente”.
El caso de Ana María, que es originaria de la ciudad portuaria de Manta, muestra cómo la cadena juega un rol muy importante en la construcción de las trayectorias de sus empleados. “Yo soy un vivo ejemplo. Fui recepcionista hace 15 años y actualmente ocupo una gerencia general –explica–. Queremos que nuestros colaboradores no se queden en la misma línea, sino que puedan ir escalando”.
Miguel Bracho y una colega del staff de Oro Verde Cuenca.
Para Miguel, empezar a trabajar en el hotel marcó un antes y un después en su vida. Tuvo la posibilidad de hacer cursos de coctelería y de otros idiomas. “Antes, debía trabajar en dos lugares para cubrir los gastos mensuales –cuenta–. Aquí mejoraron mis ingresos y mejoró todo. Pude dedicarme a un solo trabajo y tener un poco más de tiempo libre para mí, para mi vida personal, para estudiar”.
El aval de un trabajo bien hecho, tanto para Miguel como para Ana María, llega con la satisfacción de sus huéspedes. “Constantemente estamos dando un servicio a personas que llegan del extranjero y a personas de la ciudad que vienen a una cena o almuerzo. Hay que tener siempre respeto, responsabilidad y una buena comunicación, ya sean del Ecuador o de otros países –dice Miguel–. Trabajamos con alimentos y bebidas, que es un área muy delicada”. Ana María concuerda. “Nuestros hoteles son de target internacional –añade–. Cuando la gente de afuera nos felicita y nos agradece, eso motiva al personal local y extranjero, pero mucho más a personas como Miguel, porque están trabajando fuera de su país y aportando a la economía del país que los acoge. Están dejando su propia huella”.
Empresas con Personas Refugiadas identifica y visibiliza el gran aporte que las empresas pueden hacer a la inclusión económica y social de las personas refugiadas en Ecuador, y los beneficios que reciben al promover la diversidad.
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